martes, 18 de marzo de 2008

Yolanda, una niña con virtud

Cuando nació, la nana que la cuidaba vaticinó lo que más tarde comprobarian todos: “Esta niña trae virtud”. Y no se equivocó, nació llena de virtudes y enriqueció la vida de quienes la conocieron.

Eran las seis de la tarde de aquel 20 de febrero de 1962 cuando su madre sintió esos inequívocos dolores de parto, pero pasarían diez horas más para que Yolanda llegara al mundo. Se tomó su tiempo, como lo hizo siempre.
Nació en casa. Dice su madre que traía los ojos abiertos y amó la luz desde el momento mismo que la conoció.
Y la amó toda la vida. En su casa, aun de adulta dormía con las luces encendidas y en el Departamento de Suplementos que dirigió por más de 20 años siempre obligaba a los de su equipo a encender todas las lámparas.
Ella misma tenía su propia luz, una especie de magia que hacía que quienes la conocían aprendieran a admirarla y a quererla.
Desde niña fue una lideresa nata, la mejor de su clase, dedicada a cumplir sus metas y a trabajar siempre por lo mejor, lo que más tarde inculcaría a quienes tuvieron la suerte de conocerla.
Estudió en el Colegio María Auxiliadora de Santa Ana, donde destacó por su disciplina y por sus excelentes calificaciones.
Era amante del ballet clásico que practicó toda su infancia y participaba en casi todos los actos artísticos de su colegio.
“Le encantaba que la sacaran vestida de gitana, de vaquera, de todo, y las monjas la querían mucho…”, cuenta doña Blanca, su madre.
Siete años menor que su hermano Rafael creció rodeada de sus nueve primos y de numerosos tíos y tías.
Alta y delgada, su hermano asegura que era una chiquilla de apariencia frágil, pero fuerte e independiente.

“Un imán que atraía a todos”
Soñaba con visitar Europa y solía decir que al viajar se podía aprender casi tanto como leyendo.
Leer, conversar y tomar vino blanco, en ese orden, eran sus tres pasatiempos favoritos, asegura Carmen, esa hermana que la vida le regaló.
Poco afín a la comida chatarra, su mamá la acostumbró a comer vegetales y sopas, y les agarró el gusto, Eso sí, su platillo favorito eran los cocteles de camarones, que le gustaba disfrutar con una buena compañía.
Era además una ávida lectora. Le encantaba Ángeles Mastreta, Isabel Allende y García Márquez; más tarde compartiría sus libros con sus más cercanos colaboradores.
Cuando llegó a la juventud conservó ese espíritu libre y esas ganas de descubrir el mundo.
Al término del bachillerato se propuso buscar otros aires y aplicó para una beca completa de estudios universitarios en Argentina, la que por supuesto ganó. Permaneció en la tierra del tango por dos años, cursando la carrera de administración de empresas.
“Yoli”, como la llamaban sus seres queridos, pronto descubriría que la carrera de las finanzas no era para ella. Regresó a su tierra, dispuesta a emprender un nuevo reto, por lo que optó por la carrera de comunicaciones, donde no sólo encontraría el camino, sino que además cosecharía tantos éxitos.
Se inscribió en la Universidad Dr. José Matías Delgado y se mudó primero a un apartamento en los alrededores del Salvador del Mundo y luego a la colonia Flor Blanca.
A los 24 años consiguió el primero y único empleo que tendría toda su vida como reportera de la sala de redacción de este diario.
Seguía teniendo una figura delgada y una apariencia frágil. El licenciado Rolando Monterrosa cuenta que cuando llegó nadie pensó que iba a resistir las exigencias del trabajo en el periódico y que pronto renunciaría.
Sin embargo ella demostró con rapidez su creatividad, su inteligencia y su capacidad y se quedó por 21 años al frente del Departamento de Suplementos, el que fundó e hizo crecer.
Ahí ella formó escuela y tocó la vida de decenas de colaboradores a quienes corregía y formaba sin asomo de egoísmo .
A ellos enseñó a perseverar, les exigió mucho más de lo que se creían capaces de dar y siempre los defendió con uñas y dientes.
“…Yolanda tuvo duende, ese soplo mágico que distingue a las almas privilegiadas y da el toque de gracia y de calidad a lo que hacen. Yolanda enseñó a trabajar y enseñó a perseverar…”, escribió nuestro Director en un editorial decicado a ella.
Yolanda nació a las cuatro de la madrugada y se fue a las cinco y quince del pasado ocho de enero. “Yo no funciono tan temprano en la mañana”, protestaba. Esas horas tan desagradables para ella marcaron su vida y también su muerte.

2 comentarios:

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