miércoles, 26 de septiembre de 2007

Una vez más la muerte

Llegó y estuvo conmigo por más de sesenta días, perdí la cuenta ya de cuánto tiempo anduvo dando vueltas conmigo, de cuántos días se sentó a mi lado, casi rozando mi piel, de cuántos días me miró de frente sin que yo la mirara siquiera, sin que pudiera enfrentarla.
No sé cuánto estuvo aquí, pero estuvo, permaneció a mi lado, yo pude sentirla tan familiar y cercana, que hasta le hice espacio en mi habitación, en mi casa, en mi vida.
Llegaba a mi cuarto y me miraba, lo sé bien. Respiraba tan cerca de mi que podía oirla, me olía, examinaba cada gesto mío y se gozaba de mis lágrimas y de mi miedo.
Estuvo aquí porque aun conservo su olor, porque aún me duele su presencia, porque se llevó lo que tanto amaba y no puedo, simplemente no puedo lidiar con eso.
Sé que era oscura. Era oscura y amarga, la imagino delgada, vestida de negro, de un negro intenso que se fundía con la oscuridad de mi cuarto, tan densamente oscuro.
La imagino mala, maligna. Con una risa eterna, sarcástica y burlona. Sé bien que es lista, que sabe manejarse y moverse. Que va por ahí y se queda el tiempo que quiere y donde quiere, el tiempo que le da la gana. Que también puede marcharse cuando quiera y que nadie, nadie puede detenerla, ni siquiera ese Dios al que me aferro a diario.
Imagino que se mueve sigilosa, de noche o de día, no importa, no conoce horarios, toda hora le va bien, todo día es bueno!
Sé que no importa lo que llore, lo que grite, lo que sufra o lo que rece, si decide venir, vendrá y se quedará el tiempo que le plazca para luego marcharse sin que nadie pueda hacer nada.
Sé bien que vendrá otravez, sé que será pronto, y eso me aterra. Me da miedo, le temo, es cierto.
Me da miedo porque duele, porque sé que su nombre produce naúseas y un dolor tan profundo que me rebalso en lágrimas, tiemblo y no puedo ni siquiera respirar.
Ya estuvo aquí por sesenta y tantos días, estoy segura que hasta durmió conmigo en mi cama, me acompañó al hospital y estuvo conmigo esas horas eternas y tan duras, estuvo ahí esperando hasta que le dio la gana.
Sé que vendrá de nuevo, esa es una de las más absolutas certezas que tengo.
Sé que no importa lo que llore, lo que grite o lo que rece, si decide venir, vendrá y se quedará el tiempo que le plazca… para luego marcharse sin que otravez, pueda luchar con ella. Es inútil. No se puede!
A veces, como anoche, que la angustia me aceleró el pulso y me arrancó el sueño, creí que estaba de nuevo conmigo, sentada al borde de mi cama, vigilandome sigilosa, mirandome con sus ojos de sangre y su cara de odio y sentí tanto miedo.
No me gusta, no me gusta esa sensación, no quiero que me acompañe, no quiero que se quede velando mis sueños, deseando mi vida.
Creo que le gusta estar cerca, que se siente a gusto. Quizá se ha quedado, porque aun no ha terminado conmigo, porque aún no le he dado lo que busca.

No hay comentarios: